Síntesis de prensa


Un Woyzeck que nos devuelve lo mejor de Büchner, nos prende ante un teatro no complaciente y lleno de belleza y nos habla de nuevas líneas de creación con su eco de tradiciones en manos de un director hábil y sensible.
Bruno Bert
Tiempo Libre / 15 de mayo de 2006

Agustín Meza juega con el expresionismo casi todo el tiempo y con el realismo en las escenas del médico -con un gato de verdad en su momento- y con el vestuario de María Ros, pero añade su propia visión de la obra que fue elaborando a lo largo de dos años. La escenografía es del mismo director, con iluminación de Blanca Fozán. En un cuadrilátero de marco de madera, relleno de virutas también de madera y con el público colocado en dos de sus lados, se muestra en el centro un receptáculo de plástico lleno de agua, que será el símbolo omnipresente de la laguna y que servirá para algunos de los juegos más notables de la escenificación -como ese barquito de papel incendiado cuyo fuego sube por un hilo pendiente del telar hasta que se consume- y un artefacto de madera oscura que sube y baja con goznes de metal, que en un principio muestra un carrusel, un caballito y un mono de juguete, que serán los elementos del momento de la feria. Completan la escenografía un móvil de tubos de metal que suenan como campanas, los barriles en las esquinas en que se sientan los actores y una pequeña pared encristalada en que se abre una puerta practicable y que se coloca un par de veces.

Este espacio da todos los escenarios pedidos por Büchner, aunque a veces el piso de virutas sustituya la casa de Marie, como la escena en que juegan Christian y Karl, sembrando el arbolito. El artefacto, cuando está bajo es el lecho de Marie, cuando está alto sirve para varias otras escenas, entre otras el camino del crimen que es dado de una manera excelente, como un baile de enamorados que culmina con la muerte de Marie. También la escena erótica entre la muerte y el tambor mayor está solucionada como un sensual baile y hay muchos otros detalles de dirección que refrendan el talento de Agustín Meza con un elenco de jóvenes actores que lo mismo muestran juegos corporales que expresan una gran gama de sentimientos y entre los que resalta Tomás Rojas como el protagonista, seguido de Ireli Vázquez como Marie, Mario Balandra como el capitán, Llever Ariza como el doctor, Erwin Veytia como tambor mayor, César Ríos como Andrés, el pregonero de Ramón Solano, el judío y el ujier de Mario Balandra, César Ríos como Karl, la Mina de Adriana Segura y el niño Diego Oropeza.
Olga Harmony
La Jornada /  20 de junio de 2006

A partir de un texto oscuro, denso, trágico, surgido de la pluma del dramaturgo alemán Georg Büchner para hablarnos del hombre en soledad que se afirma a sí mismo, que sufre la injusticia de las estructuras sociales, de su naturaleza intrínseca, de la vulnerabilidad, la incomprensión y la inocencia, Agustín Meza y la compañía teatral El Ghetto nos ofrecen su poética versión de Woyzeck.

Para su puesta en escena, según sus propias palabras, Agustín Meza se basó en referentes como Tarkovski y Samuel Beckett, autores con los que coincide en la poética, el lenguaje, la actoralidad y la visión del mundo La obra se presenta en el teatro “Julio Castillo”.
Roberto Ponce
Proceso / 26 de agosto de 2006

Pensémoslo como un paso natural: tras un par de tentativas ganadas por el deseo incontenible de oponerse al status quo (El pasatiempo de los derrotados, Fe de erratas), y una puesta exitosa basada en un texto toral que lo consagró como un formalista hábil y obcecado (Esperando a Godot), Agustín Meza acomete una empresa mayor que le permite seguir distanciándose del naturalismo en general y de la poética realista en particular, para proseguir su indagación en la imagen, en el juego de planos, en las posibilidades múltiples del espacio. Su revisión del Woyzeck, de Büchner, con temporada en el Teatro Salvador Novo del CENART, supondría la confirmación de una apuesta por lo textual como plataforma de una reescritura, buscando resignificar, con las herramientas de quien ha desarrollado su perfil de director a la par del aguzamiento de su intuición, los pasajes reconocibles de una dramaturgia clásica.
Noé Morales
La Jornada / 25 de  febrero de 2007

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