Síntesis de prensa


María Estela Díaz y Natalia Gómez son las actrices que, en más de una hora, se encuentran la una a la otra, tratan de conversar y se topan con diferentes lenguajes, caminan por una angosta tabla de madera, pisan una hilera de zapatos, juegan, sonríen e invitan a los asistentes a un viaje al interior propio. El público atraviesa el foro, un camino de veladoras le indican la ruta a seguir para llegar a un espacio íntimo impregnado de un marcado olor a incienso. En forma de semicírculo son acomodados los asistentes, quienes se internan en una atmósfera que los traslada a una tienda de campaña al lado de un oasis para ser partícipes de una ceremonia ritual, un profundo sueño que se confunde con la realidad. La arriesgada obra apuesta por la sutileza del lenguaje teatral, propone una atmósfera onírica, en la que todos los asistentes viajen a un punto de un profundo sueño, en el que puedan interpretar las imágenes, reflexionar las palabras y adentrarse en una compleja abstracción escénica. En el presente montaje, el tiempo toma varios significados, se transfigura, se convierte en lágrimas, en humo, en un dicho de ancianos, en un sueño interminable, en un viaje infinito que indaga en la memoria y en los indescifrables caminos del recuerdo y el olvido, donde yace lo perdido y lo ausente, pero también, lo concreto y la experiencia.
Ulises Ortega
Unomásuno / 1 de marzo de 2010

Una de las cosas que más me fascinan del teatro es su vocación de horizonte y de frontera. Su capacidad para desafiarse a sí mismo en la confluencia con otros lenguajes. Un ejemplo bastante claro de este tipo de trabajos es un espectáculo de Agustín Meza recién estrenado en El Galeón, con el largo nombre de El abuelo dice que el tiempo es un niño que juega a las canicas.

Asistimos a una construcción vinculada con la poesía. Una poesía visual que puede o no conectarse con nuestros sueños, nostalgias y miedos, pero que en todo caso está llevada a cabo con absoluta prescindencia de concesiones al espectador/lector. Una persona a mi lado comentó en voz baja: "Estoy en la frontera misma entre lo fascinante y lo que me rechaza y aburre, ¡que termine aquí!".

Las actrices, María Estela Díaz y Natalia Gómez son un material personal y dócil del hacedor, como algo tierno, casi trascendiendo su rol convencional hacía un poco más acá o más allá de una propuesta estrictamente actoral.

En definitiva, otro de los muy pocos montajes de este particularísimo creador, que parece navegar en su charca personal dentro del extenso lago del teatro mexicano.
Bruno Bert
Tiempo Libre / 5 de marzo de 2010

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